y el dolor, con su mano despiadada,
partió mi corazón como una espada
ahogando la ilusión en la sangría...!
¡Y perdí la noción de la armonía,
y hasta mi firme anhelo de belleza
cayó desorientado en la tristeza
de la noche sin luz de mi agonía....!
Al resto de mi fe pedí su egina,
y a la voz suplicante de la vida
permaneció la fe impasible y muda;
y de la fe impasible al torpe agravio,
derramó su veneno sobre el labio
la copa aterradora de la duda...!
Federico Bermudez
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